Javier Bello

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LA FRONTERA SUR

Desde nuestra entrada en la Unión Europea y la puesta en marcha del espacio Schengen, la única frontera real , la de puesto fronterizo, vallas de seguridad y control policial, es nuestra frontera sur, la de Ceuta y Melilla. Unas escasas decenas de kilómetros de tierra que nos separan de los dominios de la Monarquía alauita.

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Ese sur nuestro, ignorado, silenciado y, en algunos casos, menospreciado por el desconocimiento, es en sí mismo el norte soñado y El Dorado admirado por miles de personas que salen de sus países, en los que las condiciones sociales y políticas son tan desgarradoras que, en gran número, prefieren dejarse utilizar por las redes mafiosas de tráfico de seres humanos, por la aventura de llegar a la tierra prometida, incluso sometiéndose a la explotación económica y a la exposición a la muerte en muchos casos.

Pues bien, ante lo sucedido en los últimos días en la frontera de Ceuta, sur extremo para Europa y el norte dorado para África, pone de manifiesto la necesidad de actuar de forma conjunta con las autoridades locales, origen real del problema.

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Pedir explicaciones desde Bruselas a un gobierno democrático de cómo actúan sus resortes para la defensa e integridad de la seguridad nacional, y por su situación periférica, la seguridad de toda Europa, debe de ir acompañado por el interés de analizar la situación desde su punto inicial.

Creo por ello, que la Comisaria Europea Malmström debe viajar hasta la frontera del Tarajal para valorar el esfuerzo de los agentes españoles en frenar que la riada no llegue hasta el corazón de una Europa aletargada y muy poco resolutiva. Pero, además, una vez allí, debería cruzar hasta el Reino Alauita y aclarar a Marruecos, que la cooperación europea con su país pasa por proteger los derechos de todos sus ciudadanos y de todos aquellos que cruzan su territorio nacional, además de exigir poner cerco a las redes que trafican, por toda su geografía, con los sueños de miles (una cifra que nunca se conocerá en todo su dramatismo) de inocentes.

¿Por qué en un país como Marruecos, en el que el Derecho de manifestación es precisamente una de sus debilidades, y sus garantías constitucionales son mínimas, pueden cientos o miles de personas, circular por su territorio de sur a norte y llegar en avalancha a zonas de seguridad como suele ser una frontera?

Yo no lo entiendo, o al menos, no me lo creo.

Intente alguien la aventura de cruzar en solitario, ni siquiera en grupo, Marruecos sin pasaporte; o intente burlar sus controles en el paso fronterizo del Tarajal, verá cual es su sorpresa y donde termina.

Por lo tanto, estoy convencido de que la Guardia Civil ha actuado en ¨nuestro territorio y nuestras aguas¨ bajo los más estrictos principios democráticos. Dudo de si eso mismo ha ocurrido a escasos metros, donde una línea imaginaria sobre el mar no garantiza los mismos derechos.

La dignidad de estos muertos y de todos los que desconocemos y que perecen en una ruta por tierra o en las profundas aguas del Estrecho, merece que la Unión Europea valore el problema seriamente en su origen, coopere con esos Estados, pero exija la vigilancia en los distintos itinerarios y no sólo en el cruel final, cuando la valla de la bahía sur de Ceuta pone coto y ahoga las esperanzas de todo aquellos que se aventuraron por un futuro mejor y que enriquecieron a los que, sin escrúpulos, jugaron con esos sueños.

Poner en duda la actuación de la Guardia Civil, es cuanto menos indigna, sólo afrenta a los agentes que, día a día, velan por nuestra seguridad e integridad nacionales y comunitarias, y que, día a día, están ayudando a cientos/miles de personas que, sin papeles, han conseguido entrar en España.

Poner en duda la solidaridad de la población ceutí, es cuanto menos desleal y desagradecido, ya que a través de sus asociaciones locales o de forma anónima, dan cobijo, y abastecen con toneladas de serenidad, las necesidades básicas de todos aquellos que, aún en esas circunstancias, prefieren arriesgarse en esta aventura.

Desde hace tiempo, hay cierta tendencia a poner en entredicho y buscar el conflicto en Ceuta y Melilla,  con el único objetivo de sumarse a la corriente entreguista que el Gobierno marroquí pretende sobre ambas ciudades.  De ahí que las presiones sobre nuestras fronteras, repito, las únicas que nos quedan, y sobre dichas ciudades es tal que, de no actuar con firmeza, y dentro del marco de cooperación de la Unión Europea, los problemas se agravarán no sólo para España, sino para toda la Unión

Ceuta

Vaya desde estas líneas todo mi apoyo a la Guardia Civil y todo mi cariño al pueblo de Ceuta que ahora lo que necesitan, más que juicios sumarísimos de tertulia vespertina, es sentir el apoyo de sus compatriotas de este lado del Estrecho de Gibraltar.

Si no fuera por ese mar profundo que nos separa y por la actuación de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en las fronteras, estoy seguro que tendríamos muchos más problemas de seguridad, e incluso problemas de capacidad para asistir y recibir a todos aquellos que llaman a la puerta comunitaria en el extremo sur de Europa.

Javier Bello